FÉRTIL PARRA Y SEÑALADA / x Isabel Molina
El antipoeta Nicanor Parra cumplió 90 años y los celebró a su manera, es decir, lejos de cualquier flashazo oportunista y de cualquier molde que la adulación nacional le quiera imponer.
Nicanor Parra estuvo de cumpleaños. Noventa años cumplió el antipoeta y prácticamente no fue a ningún homenaje y celebraciones varias, sólo lanzó su libro “Lear Rey y Mendigo” en la Universidad Diego Portales y con sus amigos fue a un restorán en Las Cruces. Cultiva el bajo perfil el hombre, en su novena década.
Además fue a elevar volantines con los niños de Las Cruces, lugar en el que vive desde hace años. Prácticamente no da entrevistas, pero no se esconde de nadie, sino que se pasea como Pedro por su casa por cuanto lugar se le antoja y deja de ir al que no le tinca y al parecer prefiere mantenerse alejado de tanto foco.
Después de los apoteósicos festejos nerudianos con tren al sur, gala presidencial y entrega de medallas hasta para Bono de U2, los ánimos, a estas alturas, ya desconfían de tanta pomposidad. El notable Parra, que ya lleva más o menos seis candidaturas al Premio Nobel en el cuerpo, ni se inmutó con las celebraciones. Por ejemplo, mandó a su hija Colombina al homenaje que le hizo el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en el Metro de Santiago.
No es que Parra sea tampoco amigo de los lugares comunes, gracias a Dios. Prueba de ello está en su obra literaria, que para no ser majaderos no analizaremos en este minuto. Baste decir que la figura de Parra, al parecer, se sostiene por sí sola ante tanto homenaje solemne e informal, antología conmemorativa, ferias temáticas y demás parafernalia.
A una periodista de un canal de TV que se le acercó para hacer una entrevista en uno de los pocos eventos, el nonagenario le explicó que su último interés va por los chistes de Don Otto, otro personaje nacional. Y explicó que en estos chistes hay más sustancias que en los textos de otros poetas nacionales.
Y nótese que Parra venía de traducir a Shakespeare. En realidad, la traducción la realizó para el montaje que hizo el Teatro de la Universidad Católica el año 92, pero la publicación se hizo recién este año. En la Universidad Diego Portales hasta dijeron en la presentación del libro que Shakespeare suena Parra. Y Parra tradujo al “chileno” al autor más clásico, según el cliché literario, pero ahí está la manía de adular que se impone hoy por hoy y Parra seguramente estaba muerto de la risa.
“Creo más en el Kino que en el Nobel”, fue la sentencia parriana para tanto entusiasmo y llevada en andas que, en otros casos, sólo sirve para dejar hasta la coronilla al festejado. Por suerte, para los lectores, Parra pasa “piola”.
Nicanor Parra estuvo de cumpleaños. Noventa años cumplió el antipoeta y prácticamente no fue a ningún homenaje y celebraciones varias, sólo lanzó su libro “Lear Rey y Mendigo” en la Universidad Diego Portales y con sus amigos fue a un restorán en Las Cruces. Cultiva el bajo perfil el hombre, en su novena década.
Además fue a elevar volantines con los niños de Las Cruces, lugar en el que vive desde hace años. Prácticamente no da entrevistas, pero no se esconde de nadie, sino que se pasea como Pedro por su casa por cuanto lugar se le antoja y deja de ir al que no le tinca y al parecer prefiere mantenerse alejado de tanto foco.
Después de los apoteósicos festejos nerudianos con tren al sur, gala presidencial y entrega de medallas hasta para Bono de U2, los ánimos, a estas alturas, ya desconfían de tanta pomposidad. El notable Parra, que ya lleva más o menos seis candidaturas al Premio Nobel en el cuerpo, ni se inmutó con las celebraciones. Por ejemplo, mandó a su hija Colombina al homenaje que le hizo el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en el Metro de Santiago.
No es que Parra sea tampoco amigo de los lugares comunes, gracias a Dios. Prueba de ello está en su obra literaria, que para no ser majaderos no analizaremos en este minuto. Baste decir que la figura de Parra, al parecer, se sostiene por sí sola ante tanto homenaje solemne e informal, antología conmemorativa, ferias temáticas y demás parafernalia.
A una periodista de un canal de TV que se le acercó para hacer una entrevista en uno de los pocos eventos, el nonagenario le explicó que su último interés va por los chistes de Don Otto, otro personaje nacional. Y explicó que en estos chistes hay más sustancias que en los textos de otros poetas nacionales.
Y nótese que Parra venía de traducir a Shakespeare. En realidad, la traducción la realizó para el montaje que hizo el Teatro de la Universidad Católica el año 92, pero la publicación se hizo recién este año. En la Universidad Diego Portales hasta dijeron en la presentación del libro que Shakespeare suena Parra. Y Parra tradujo al “chileno” al autor más clásico, según el cliché literario, pero ahí está la manía de adular que se impone hoy por hoy y Parra seguramente estaba muerto de la risa.
“Creo más en el Kino que en el Nobel”, fue la sentencia parriana para tanto entusiasmo y llevada en andas que, en otros casos, sólo sirve para dejar hasta la coronilla al festejado. Por suerte, para los lectores, Parra pasa “piola”.
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